Volviendo la mirada atrás, viendo todo lo recorrido entonces, me he dado cuenta de lo mucho de lo que he ganado, de lo que he perdido y también de lo que he aprendido. Esto último quiero recapitular hoy.
Los aprendizajes que más significado han tenido para esta servidora en este año que finaliza han sido:
*Que una vez que has hecho todo el esfuerzo posible por lograr algo, no queda otra cosa que esperar y que para esto es indispensable la paciencia, porque acortar el tiempo es contraproducente.
*Que los arrepentimientos son inútiles para las cosas que no has hecho y que probablemente no harás nunca; mientras tengas oportunidad de hacerlas siempre está la esperanza.
*Que la única persona que puede tener la inspiración y el poder necesarios para luchar por sus sueños y convertirlos –al menos la mitad de ellos- en realidades eres tú: las luchas valen más si tú las emprendes por tus propios medios. A final de cuentas, tus metas y tus sueños son solo tuyos.
*Que hoy, más que antes, es indispensable valorar la propia vida ante la posición de los que no valoran la integridad ni la vida de otros; que para defenderte solo hace falta muchas veces tener la cara en alto y caminar con pasos firmes sin detenerte.
*Que la voluntad es todo cuando de forjar tu futuro se trata… aunque nadie a tu alrededor tenga la atención ni la amabilidad de apreciarlo.
*Que necesitas defenderte contra aquellos seres tóxicos o “venenosos”, los chantajes emocionales (por más sutiles que sean) y las “puñaladas traperas”, vengan de donde vengan: de amigos, autoridades, o familiares inclusive, porque en la medida en que tales abusos pierdan terreno, ganarás dignidad.
*Que los que de un modo u otro te han causado mal tienen mucho más que perder que tú, no importa cuántas veces se salgan con la suya ni lo mucho que la sociedad los favorezca
*Que el único paliativo para los dolores que puedan causar ciertas burlas y manifestaciones de altivez consiste en desarrollar el sentido del humor a fin de restarles seriedad.
*Que, en muchas familias que se precien, los únicos seres verdaderamente incondicionales para con uno son los padres; quizá en menor medida, los hermanos; y en casos aún más raros, los tíos y las tías.
*Que tu hogar será siempre tu refugio natural, tanto como lo dispongas o como puedas; tu privacidad y tu calma son sagradas aun cuando vivas con mucha gente o compartas tu alcoba con alguien más.
*Que el conocimiento como poder, cuando es compartido, aumenta; al igual que el amor y la justicia.
*Que el asunto de tomar conciencia no es algo que “tenemos que” hacer ni un “deber ser” sino mucho más: es necesario e INDISPENSABLE, porque tanto en el país como en el mundo, todos tenemos cabida.
*Que cada oportunidad de socializar con otras personas representa una prueba de fuego para dar a conocer tu condición y, por tanto, para calibrar a quienes merecen ser tomados en cuenta por su calidad humana y para descartar a quienes solo dañan.
*Que aunque sientas que la percepción de incomprensión y soledad te haga temeroso/a de compartir tus ideas y sentimientos con alguien que demuestre ser perceptivo y te ofrezca tu amistad, de todos modos compártelos; con desahogarlos y que alguien simplemente te escuche, muchas veces es bastante. Y también es importante recordar que en realidad nunca estamos completamente solos; nos tenemos los unos a los otros, especialmente si tenemos metas en común.
*Que en el mundo, de hecho, sí puedes encontrar personas que tengan el mismo nivel de conciencia que tú y con quienes encontrar gran afinidad (algo que siempre tendré presente, porque este año tuve oportunidad de conocer a personas del espectro autista –como yo, precisamente- y sus familiares en las reuniones del anteproyecto de ley para el autismo; y sé que en los años siguientes conectaré con muchas más y con todas las que pueda).
*Lo último y más importante: que el simple hecho de vivir es la razón principal para reafirmar la importancia de la gratitud, de agradecer todos los días a la familia, a los amigos, a los que te quieren y a los que no y, principalmente, a nuestro Creador porque, sin Él, ¿qué seríamos?
Así, quiero desear desde aquí y desde ahora un Feliz Año Nuevo a mis hermanos del espectro autista y, por extensión, a todos los que han tenido el gusto de leer estas palabras. Que cada día de nuestro tiempo en la Tierra sea una nueva razón para recordar el propósito y el sentido de la vida.
martes, 30 de diciembre de 2014
martes, 16 de diciembre de 2014
Mesa (poema)
Mesa
Qué
ha pasado con esta mesa,
Que
nadie se sienta ante ella.
Quedó
sólo como recuerdo
De
felices días ya muertos.
Qué
ha pasado con la familia
Que
ante esta mesa se reunía
Por
qué de repente, de golpe,
Nuestra
bonita unión se rompe.
Y
quien adornaba la mesa,
Mirada
y atención dispuestas,
La
que nos mantenía unidos,
Ahora
por siempre se ha ido.
Mesa
olvidada en un rincón,
Con
la desidia alrededor,
Que
guardas con desolación
El
polvo cual desilusión,
Cómo
te salvo del desuso
Que
ha transformado tu mundo
Y
de este terrible olvido
Para
darte un nuevo destino.
Noviembre 2010; modificado en noviembre 2014.
lunes, 8 de diciembre de 2014
Carta a Julián
Escribí esta carta hace casi seis meses motivada por un desengaño de parte de alguien que se decía mi amigo y a quien yo quería casi como un hermano: mi profesor de guitarra. A él va dirigida esta epístola donde vertí toda mi frustración.
28 de junio de 2014
Mi muy estimado Julián:
“Antes que nada, quiero darte
gracias por todo lo que he aprendido de ti en estos dos años y medio en los que
estuve tratándote: por darme a conocer algo del mundo de la guitarra clásica,
por los abrazos y elogios que recibí de ti, por demostrarme amistad, por tu
sentido del humor que tantas veces me hizo reír y, principalmente, por tu
ingenio fuera de serie… El que a la larga ha evidenciado que la ética, la
calidad humana, la calidez y la risa se pueden fingir cuando lo primordial que
se persigue es aprovecharse del prójimo quién sabe con qué fines innobles.
”¿Dónde está la integridad que
tanto demostrabas tener? ¿Dónde quedó la lealtad que le tenías tú a la
profesora María Auxiliadora Cuicas? ¿Recuerdas cuando me dijiste: ‘Ella no se detuvo
por la plata y yo tampoco’? ¿Dónde quedó, entonces, tu interés por el que
quiere aprender música y no tiene los medios económicos suficientes?
”También me pregunto qué
intenciones tenías al no cobrarme la mensualidad… Por razones que prefiero
reservarme por discreción, sospecho que intenciones no muy buenas. De todos
modos, siempre tuve respeto por mis profesores, siempre esperé lo mismo de
vuelta y siempre me sentí correspondida con respeto.
”Retomo el asunto de la lealtad.
Si de lealtad me hablas tú, lealtad le tenía yo a la profesora; siempre fue
sincero mi aprecio por ella y a quien le fui consecuente y le tuve más
confianza que a nadie fue a ella. ¿Sabes?, cuando se murió, yo estaba pensando
seriamente en no volver a la escuela y si volví fue por honrar su memoria y,
pues, si quedaste al frente fue, pensaba yo, porque fuiste cercano a ella y
demostrarías la misma valía moral que ella. Pero pronto supe que,
definitivamente, tú no eres ella; eres, más bien, lo contrario a ella. Entonces empecé a extrañarla y a preguntarme
cómo hubiesen sido las cosas en la Sinfónica si la profe hubiera seguido viva
y, como resultado, empecé a perder el gusto por seguir; ya no me sentía
bienvenida. Ya no me siento tan en mi segunda casa como en vida de la maestra
María Auxiliadora.
”Ahora, que ya sé que no has dado
la cara como un verdadero hombre cabal debe hacerlo ni has contestado mis
mensajes, la confianza que tenía en ti se ha resquebrajado, quizá para siempre.
Si querías dejar la escuela de música y dedicarte a dar clases privadas como
más de una vez me dijiste que querías hacer, debiste tener el valor de decirlo
en un momento oportuno y no esperar a tener el agua al cuello ni hacer trampas.
Como sea, lo que yo siento es poco: ya imaginarás cómo se sienten los padres y
madres de esos chicos a los que hoy abandonas a su suerte y sin importarte
nada; eso me consterna más y con ellos me solidarizo.
”Con todas estas palabras
vertidas aquí hasta ahora, desahogué el dolor que no encontró otra manera de
liberarse y salir que esta. Así puedo decir que te he perdonado y que no te
tengo ningún rencor por más que otros sí lo sientan. Pero en lo adelante ya
nada será lo mismo y, como dije más arriba, mi confianza quedó dañada.
”Finalizo contándote que fuiste
una persona muy importante en mi formación musical y en mi vida y eso quedará
como un bonito recuerdo.
”Sin más qué añadir, se despide
Marynela
Achique.
martes, 14 de octubre de 2014
Treintena
Treinta
años… Seis lustros… y no siento ese ilusorio peso del “qué se dirá” que la
sociedad insiste en volcar sobre las treintañeras solteras, como ya lo soy yo
oficialmente.
Tres
décadas, valiosas para calibrar la medida que obtengo de lo que he aprendido y
“desaprendido”, amado y odiado, ganado y perdido, vivido y desvivido; pero
inútiles para medir el índice de
juventud contenido en mi alma, mi cuerpo y mi mente y que el juicio externo
quiere disolver solo porque no tengo pareja ni soy madre (metas que
eventualmente alcanzaré pero cuando sienta que esté realmente preparada, ahora
no, en este momento no).
Treinta
años, los cuales debería suponer una vida realizada, pero lo más cierto de esto
es que muchos seres en el mundo (no solo yo) están a duras penas comenzando esa
vida. En un entorno como en el que vivo, donde se condiciona a las chicas a que
su único destino seguro en la vida es el de tener marido e hijos desde muy
temprano (es decir, según opino, siempre vivir en función de otros, aprobarse
en función de otros), yo no quise ni siquiera pensar en hacerme una vida como
la que muchos sueñan (una carrera, un matrimonio, formar una familia, tener una
casa…) mientras no me conociera y me aceptara a mí misma, mientras no tuviera
indicios claros de lo que fuera que anduviera mal en mí, la causa de las burlas
de ciertas gentes –burlas que me llevaron a un absurdo intento de suicidio a la
edad de 10 años con un poco de acetona que no tuvo consecuencias graves-, la
razón de que me consideraran rara, inteligente, tímida, muda, pendeja,
“anormal”, “mongólica”, “enferma”… Necesitaba saber si mi especial modo de ser
encajaba en alguna descripción ya existente. Hasta que, gracias a la
información disponible en mi mano acerca del espectro autista y el síndrome de
Asperger y a la telenovela La Mujer
Perfecta (y gracias a su creador, Leonardo Padrón), empecé a entender mejor lo que me
sucedía, lo que en más de 25 años de vida no había logrado… Y luego de varios
años de enfrentar con la luz a períodos oscuros de mi vida (como el intento de
suicidio, los chantajes que he soportado incluso dentro de la familia, las burlas y los abusos), de acercamiento a personas con condiciones
similares a la mía -de quienes he llegado a hacer amigos con los que he
alcanzado una gran identificación- y de perder (tanto física como
emocionalmente) a miembros de familia carnal que alguna vez fueron importantes
para mí, recibí el diagnóstico que confirmaría mis sospechas: autismo leve con
alto nivel de funcionamiento. Es decir, que tengo buenas posibilidades de tener
una vida independiente, vida que lucho por alcanzar. De esto hace ya más de un año.
En
el camino de este autodescubrimiento (que sé muy bien que nunca termina), he
aprendido mucho, especialmente tres cosas: que mi propósito de vida, mi punto
de partida, es simplemente ofrecer mi ser como dechado del autismo, ejercer la
parte de responsabilidad que me toca de ser representante de esa “casta” tan
única que significa el espectro autista; que a partir de ese punto de partida
puedo lograr muchas cosas, entre ellas canalizar mi inquietud por el arte, por
la palabra bien empleada y por el trato digno a personas vulnerables al igual
que yo. También he aprendido que no se debe uno desesperar por buscar la aprobación
ajena porque el mejor camino que se puede seguir es buscarla dentro de nosotros
mismos identificando las virtudes, fortalezas y rasgos de personalidad que los
demás ven en nosotros y reafirmándolas o controlándolas cada vez que sea
necesario pues a partir de este hecho ya no importará tanto o casi nada lo que
la gente pueda pensar de nosotros. Y por último, lo que considero más
importante en mi caso: que el momento en que recibí el diagnóstico, ya de
adulta, sin dramas innecesarios ni llantos, fue el más liberador que tuve en
muchos años –eso, sin mencionar el obligatorio duelo-; entonces supe que podría
hacer mi vida sin el peso opresor del no saber “por qué” mi “especial” forma de
ser me daba tantos “puntos” contradictorios entre sí y que podría convertir mi
condición autista altamente funcional en una fuente de gran satisfacción y en
un ejemplo a seguir para los que ya adultos sospechan tener lo mismo que yo pero que todavía no lo
tienen claro.
Yo
lo descubrí casi en el umbral de la treintena de edad, pero aun cuando hubiese
conocido el autismo en mí a edad avanzada, habría sabido perfectamente que nunca
es tarde para descubrir de qué está hecho uno.
lunes, 4 de agosto de 2014
Para mí, ni pan ni jamón ni queso
El sábado pasado, teniendo nada importante qué hacer, decidí pasear un poco por las calles de San José de Barlovento (para mí es una ciudad pequeña; para unos, un pueblito), pues, sin más dinero que para el pasaje... Paso frente a un puesto ambulante de cachapas (para quienes no son venezolanos, les explico que cachapa es una deliciosa tortilla que se prepara con maíz tierno molido) y la señora que estaba a cargo plantándose casi frente a mí pregona: "¡Ricas cachapas con jamón y queso!". Yo solo le correspondo con una sonrisa y, siguiendo mi camino, suspiro y pienso: "Para mí, ni jamón ni queso".
Para alguien como yo, que disfruta tanto de comer, el tema de la comida me resulta ahora más difícil de manejar que nunca, sobre todo desde el diagnóstico. Y es que el régimen de alimentación para las personas del espectro autista es muy restrictivo: estriba, principalmente, en eliminar los alimentos con gluten (proteína presente en el trigo, la cebada y el centeno y con aditivo en alimentos procesados), los productos lácteos y los conservantes y colorantes artificiales. Desde que sigo la dieta he tenido de deshacerme de casi toda la ropa y mandar arreglar la que quería conservar. Me siento espantosamente delgada, cuando casi al final de mi adolescencia llegué a pesar más de 60 kg para luego pasar a 55; y ahora estoy en 50. He tenido que sacrificarme mucho para mantener este régimen ya que mi familia no se ha mostrado muy colaboradora que se diga (como ya he escrito en posts anteriores, es muy mala la comunicación) y más bien he sentido incluso que me sabotean (entre otras cosas, aunque les he dicho más de una vez que no puedo usar aluminio, han hecho caso omiso de tal requerimiento y han cometido la locura de cubrir la superficie de la cocina con papel de aluminio como excusa para no tener que limpiar la estufa todos los días); por esa razón de un tiempo para acá me he alimentado sólo a base de frutas. Es parte de una situación en la que siento que he agotado todos los recursos posibles, en tanto que las dos únicas personas que realmente me apoyan económicamente en lo que pueden (mi hermana mayor y mi padre) tienen enfermedades crónicas y, desde luego, quiero independizarme, ¿pero cómo?
Ahora quiero salirme de la parte mala del asunto...
Hace exactamente un mes, camino de una reunión con las madres de los niños aprendices de la escuela de música a la que yo asistía (un problema delicado del que me tomaré tiempo para hablar en otra ocasión), una de ellas nos brindó una espumosa leche achocolatada fría -a cinco de ellas y a mí. Bueno, yo no pude menos que aceptar ya que ella y yo apenas nos conocíamos y juzgué que no era momento para extenderme en una complicada plática acerca de por qué no podía tomar leche. Para resumirles, en el bus de regreso a casa ya sufría de un gran dolor de cabeza. Y como esta, en una que otra ocasión, más por temor a morir de inanición que por otro motivo, he sucumbido al impulso de comer alimentos prohibidos para mí (pan, sobre todo) y lo he pagado caro por la irritabilidad, el letargo y la confusión mental que me causan, por eso ya no me provoca hacerlo. Recuerdo que hace unos cuantos años, antes de siquiera sospechar que yo tuviera autismo, mi desayuno favorito era arepa con queso amarillo y margarina... Con decirles que, a las dos horas de tan peligroso desayuno, me sentía peor que un monstruo y con ganas de pelear con todo el mundo y ante aquello no tenía más remedio que intentar estar tranquila, algo que casi siempre lograba.
Ahora que he podido manejar mejor mi situación con la comida, con todo y lo difícil que ha sido, repito nuevamente la frase que titula este escrito: "Para mí, ni pan ni jamón ni queso".
Para alguien como yo, que disfruta tanto de comer, el tema de la comida me resulta ahora más difícil de manejar que nunca, sobre todo desde el diagnóstico. Y es que el régimen de alimentación para las personas del espectro autista es muy restrictivo: estriba, principalmente, en eliminar los alimentos con gluten (proteína presente en el trigo, la cebada y el centeno y con aditivo en alimentos procesados), los productos lácteos y los conservantes y colorantes artificiales. Desde que sigo la dieta he tenido de deshacerme de casi toda la ropa y mandar arreglar la que quería conservar. Me siento espantosamente delgada, cuando casi al final de mi adolescencia llegué a pesar más de 60 kg para luego pasar a 55; y ahora estoy en 50. He tenido que sacrificarme mucho para mantener este régimen ya que mi familia no se ha mostrado muy colaboradora que se diga (como ya he escrito en posts anteriores, es muy mala la comunicación) y más bien he sentido incluso que me sabotean (entre otras cosas, aunque les he dicho más de una vez que no puedo usar aluminio, han hecho caso omiso de tal requerimiento y han cometido la locura de cubrir la superficie de la cocina con papel de aluminio como excusa para no tener que limpiar la estufa todos los días); por esa razón de un tiempo para acá me he alimentado sólo a base de frutas. Es parte de una situación en la que siento que he agotado todos los recursos posibles, en tanto que las dos únicas personas que realmente me apoyan económicamente en lo que pueden (mi hermana mayor y mi padre) tienen enfermedades crónicas y, desde luego, quiero independizarme, ¿pero cómo?
Ahora quiero salirme de la parte mala del asunto...
Hace exactamente un mes, camino de una reunión con las madres de los niños aprendices de la escuela de música a la que yo asistía (un problema delicado del que me tomaré tiempo para hablar en otra ocasión), una de ellas nos brindó una espumosa leche achocolatada fría -a cinco de ellas y a mí. Bueno, yo no pude menos que aceptar ya que ella y yo apenas nos conocíamos y juzgué que no era momento para extenderme en una complicada plática acerca de por qué no podía tomar leche. Para resumirles, en el bus de regreso a casa ya sufría de un gran dolor de cabeza. Y como esta, en una que otra ocasión, más por temor a morir de inanición que por otro motivo, he sucumbido al impulso de comer alimentos prohibidos para mí (pan, sobre todo) y lo he pagado caro por la irritabilidad, el letargo y la confusión mental que me causan, por eso ya no me provoca hacerlo. Recuerdo que hace unos cuantos años, antes de siquiera sospechar que yo tuviera autismo, mi desayuno favorito era arepa con queso amarillo y margarina... Con decirles que, a las dos horas de tan peligroso desayuno, me sentía peor que un monstruo y con ganas de pelear con todo el mundo y ante aquello no tenía más remedio que intentar estar tranquila, algo que casi siempre lograba.
Ahora que he podido manejar mejor mi situación con la comida, con todo y lo difícil que ha sido, repito nuevamente la frase que titula este escrito: "Para mí, ni pan ni jamón ni queso".
lunes, 21 de abril de 2014
Más que encrucijada, laberinto
Necesito escoger mi destino en la vida y al mismo tiempo salir de una situación que amenaza mi integridad. Aun teniendo tantas opciones, aún no sé cuál camino tomar. Más que en una encrucijada, me siento como en un laberinto. Me voy despojando de todo lo que puedo sacándole algún beneficio, con el fin de aligerar el camino que deba emprender, a medida que voy explorando horizontes nuevos y lugares para escoger en donde pueda establecerme permanentemente. Con todo, para una persona con mi condición es muy agotador y frustrante tener que luchar por encontrar un trabajo, una fuente de ingreso, un espacio en esta vida y obtener muy poca retribución por ello. Además, para mí es muy terrible tener que pelear –literalmente- por el respeto de mi propia familia y darme cuenta de que nadie de mi entorno más cercano me apoya lo suficiente, de que el esfuerzo que hago por ser alguien en la vida no vale nada para ellos. Es una paradoja que se ha vuelto una constante en mi vida y que lucho por eliminar: que precisamente quienes se encuentran más cerca de ti son a quienes sientes más lejos y que los que más te apoyan son los que más están a kilómetros de distancia de ti.
A mis hermanos y a mi padre los quiero mucho y
yo sé que ellos a mí, pero yo no siento la misma necesidad de estar ciego a
ciertos problemas como, por ejemplo, la basura en el jardín o en el patio
habiendo tantos sitios para depositarla, los pollos y gallinas que, a falta de
corral, deambulan libremente por la casa y dañan las matas que he sembrado (por
si fuera poco, siempre me ha desagradado el canto de los gallos); los problemas
cada vez mayores entre hermanos, los requerimientos particulares para atender
mi condición, la falta de privacidad en casa, etc.
Últimamente me cuestiono cuáles son los
valores que realmente he adquirido de mis padres (este será ampliado como tema
de reflexión para otro post). Lo que sí tengo verdaderamente claro al respecto
es que en algunas personas de mi familia veo, más que nada, antivalores tales
como la arrogancia, el impulso de avasallar y humillar al otro, la
deshonestidad, la hipocresía, mismos que he cuestionado fuertemente y que me
siento obligada a presenciar todos los días en casa mientras doy pequeños pasos
para intentar salir de una situación insostenible dominada por graves fallas
humanas cuya resolución está fuera de mi alcance. Cada vez me importa menos lo
que piense mi familia acerca de mi necesidad de establecerme en otro lugar; una
vez que encuentre un empleo y un lugar seguro en donde anclar, me iré. Siempre
tendré autismo, pero soy adulta y comprendo que no siempre tendré (no siempre
tengo) a mi familia conmigo, por lo que se me hace imprescindible aprender a
cuidarme sola. Tengo autismo, pero no retraso, así que necesito que respeten mi
autosuficiencia; si no me van a apoyar emocionalmente, lo menos que pueden
hacer es respetar las decisiones que yo tome en la vida y evitar
sobreprotegerme. Necesito ser independiente y lucharé por eso.
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