lunes, 21 de abril de 2014

Más que encrucijada, laberinto


Necesito escoger mi destino en la vida y al mismo tiempo salir de una situación que amenaza mi integridad. Aun teniendo tantas opciones, aún no sé cuál camino tomar. Más que en una encrucijada, me siento como en un laberinto. Me voy despojando de todo lo que puedo sacándole algún beneficio, con el fin de aligerar el camino que deba emprender, a medida que voy explorando horizontes nuevos y lugares para escoger en donde pueda establecerme permanentemente. Con todo, para una persona con mi condición es muy agotador y frustrante tener que luchar por encontrar un trabajo, una fuente de ingreso, un espacio en esta vida y obtener muy poca retribución por ello. Además, para mí es muy terrible tener que pelear –literalmente- por el respeto de mi propia familia y darme cuenta de que nadie de mi entorno más cercano me apoya lo suficiente, de que el esfuerzo que hago por ser alguien en la vida no vale nada para ellos. Es una paradoja que se ha vuelto una constante en mi vida y que lucho por eliminar: que precisamente quienes se encuentran más cerca de ti son a quienes sientes más lejos y que los que más te apoyan son los que más están a kilómetros de distancia de ti.
A mis hermanos y a mi padre los quiero mucho y yo sé que ellos a mí, pero yo no siento la misma necesidad de estar ciego a ciertos problemas como, por ejemplo, la basura en el jardín o en el patio habiendo tantos sitios para depositarla, los pollos y gallinas que, a falta de corral, deambulan libremente por la casa y dañan las matas que he sembrado (por si fuera poco, siempre me ha desagradado el canto de los gallos); los problemas cada vez mayores entre hermanos, los requerimientos particulares para atender mi condición, la falta de privacidad en casa, etc.
Últimamente me cuestiono cuáles son los valores que realmente he adquirido de mis padres (este será ampliado como tema de reflexión para otro post). Lo que sí tengo verdaderamente claro al respecto es que en algunas personas de mi familia veo, más que nada, antivalores tales como la arrogancia, el impulso de avasallar y humillar al otro, la deshonestidad, la hipocresía, mismos que he cuestionado fuertemente y que me siento obligada a presenciar todos los días en casa mientras doy pequeños pasos para intentar salir de una situación insostenible dominada por graves fallas humanas cuya resolución está fuera de mi alcance. Cada vez me importa menos lo que piense mi familia acerca de mi necesidad de establecerme en otro lugar; una vez que encuentre un empleo y un lugar seguro en donde anclar, me iré. Siempre tendré autismo, pero soy adulta y comprendo que no siempre tendré (no siempre tengo) a mi familia conmigo, por lo que se me hace imprescindible aprender a cuidarme sola. Tengo autismo, pero no retraso, así que necesito que respeten mi autosuficiencia; si no me van a apoyar emocionalmente, lo menos que pueden hacer es respetar las decisiones que yo tome en la vida y evitar sobreprotegerme. Necesito ser independiente y lucharé por eso.

lunes, 7 de abril de 2014

Cómo extraño…

Poder despertar en las mañanas con mi música de folklore como cuando era niña, porque ahora solo oigo “chicharras” electrónicas en la radio.
Comer acompañada, en una mesa, de buenas compañías a las que pueda sentirme aproximada como a una familia… Hoy, en mi familia, casi nadie usa la mesa para la comida porque todos se van por su lado.
La necesidad de tener una compañera a la que pueda llamar amiga y a la que pueda considerar una hermana. Hay casos, como el mío, en el que una hermana se convierte en la peor enemiga que se pueda tener.
Sentirme confiada de salir por las calles del propio pueblo donde vivo sin la necesidad de defenderme de aquellas personas crueles…
Expresar mis opiniones sin temor a sufrir algún ataque verbal o físico aun cuando las haga con respeto.
Sentir que soy parte de una familia y ver a mis hermanos como lo que son –hermanos- y no como gentes totalmente extrañas a mí.
Tener un espacio propio donde dedicarme a desarrollar mis pasiones sin que ningún intruso intente entrar para desestimar mi esfuerzo.

Ser YO sin tener que disculparme por serlo, en vez de sentirme obligada a ser alguien que no soy solo por tratar de integrarme a una familia que no esté dispuesta a aceptarme.

martes, 1 de abril de 2014

Amoroso autismo...

Hace ya ocho meses que recibí el diagnóstico de autismo leve. Lo recibí muy bien gracias a que fui acostumbrándome a que mis sospechas de tener autismo o Asperger se confirmarían en aquella consulta del 22 de julio con la doctora Ortiz.
Desde hace más de tres años y medio, y más aún desde entonces, me he habituado a informarme y familiarizarme más sobre mis actitudes -tanto buenas como malas- y a compararlas con las señales características del autismo, pongo como ejemplos la hipersensibilidad a los sonidos fuertes (como los fuegos artificiales o el reguetón), la dificultad para relacionarme socialmente, la incomodidad con las muestras de afecto, las dificultades para mirar directamente a los ojos de otra persona; también influyó en el diagnóstico mi posible retraso en el desarrollo del habla en mis años tempranos. Eso sí, desde luego cuento con mis puntos fuertes: mi honestidad, mi inteligencia (que probablemente está encima del promedio), mi creatividad (inclinación a las artes y al diseño), mi capacidad para reflexionar (que me ha hecho discernir entre quienes me comprenden sinceramente y quienes no)...
Aun así, todavía se me dificulta hablar de mi condición incluso con las personas en quienes confío. Por otra parte, de pocos familiares he recibido el apoyo moral suficiente, es más, algunos de mis hermanos no me aceptan y lo peor del asunto es que me encuentro en una situación de alto riesgo de la cual no tengo posibilidad de salir a corto plazo. Unas veces el prejuicio puede ser tan o más poderoso que la amorosa comprensión que ellos pudieran tener; solo si dejaran atrás el rencor que les ha dejado el no poder tratarme con respeto, todo sería más grato y tendríamos una convivencia familiar más sana.
Ahora, mi más grande anhelo es hablar a favor de las personas del espectro autista que, como yo, luchan por adueñarse del espacio del mundo que les corresponde y concienciar a aquellos que tienen sensibilidad suficiente para tratarnos con amabilidad y tratar de comprendernos.
Que lo que más necesitamos los seres con autismo es amor, muchísimo amor.