Una de las vivencias más significativas para
una persona en el espectro autista, así como para los familiares que le
acompañan o le rodean, es conocer a quienes hayan pasado por las mismas
alegrías e incertidumbres, los mismos avatares.
Tal vivencia empezó a abrir posibilidades ante
mí prácticamente desde que empecé a indagar sobre mi condición sin saber
exactamente si era Asperger o autismo leve. Así, fui estableciendo contacto con
otros adultos que fueron identificados con el continuo autista de alto
funcionamiento, formalmente diagnosticados o no; también con varias madres de chicos en el espectro. En eso, y en actividades como
mi iniciación en la música, fueron pasando casi tres años hasta que en julio de
2013 finalmente confirmé que tenía autismo leve de alto funcionamiento…
Poco antes, me encontré con un escrito acerca
del “Asperger y el contacto físico”, de alguien llamado Manuel Cedeño. Aquellas
palabras, ubicadas en el contexto de la incomodidad experimentada por una
persona aspi con el contacto físico en las unidades de transporte público,
fueron amoldadas a mi experiencia al respecto en gran medida: más de una vez me
sentí así, pero quizá de peor manera por el simple hecho del abuso de ciertos
machos hacia las mujeres… Aun así, me pareció muy divertido, por lo que dejé un
comentario en su nota reproducida en la página de Fundasperven en Facebook.
Luego, supe otros detalles, luego publicados en su libro “El Niño Que Fui” (el
que relata sus vivencias como niño; el primero de tres): sobre cómo fue
rechazado por muchos de sus condiscípulos de clase, cómo se le hacía muy
difícil hablar, su sensación de desamparo, su relativa torpeza para ciertas
habilidades manuales como la carpintería o el deporte… Sin embargo, con lo que
me sentí identificada fue con las manipulaciones que sufrió: por ejemplo,
recuerdo que más de una vez, en mi época del liceo, me buscaban para que les
ayudara en las clases de inglés, de lengua y literatura, que eran las áreas
donde más me destacaba. Por mencionar una de tantas ocasiones en que fui
manipulada y, desde luego, no fue la peor, aunque de esas otras experiencias no
estoy preparada para contar.
En resumen, finalmente lo conocí en Caracas el
año pasado, cuando las primeras reuniones sobre el anteproyecto de Ley para el
Autismo que estábamos (y aún seguimos) preparando. He de decir que me pareció
un poco distante, aun admitiendo que muchos también ven ese rasgo en mí, pero
ni modo. Desde entonces hemos coincidido en varias ocasiones, principalmente en
los eventos de la Fundación SoyAspie (Fundaspie), que él mismo fundó, y él y su
directora de eventos, Iris Rivero, se han convertido en dos de mis principales
apoyos, e integran lo que yo llamo “la familia de mi corazón”, al margen de mi
propia familia de sangre (así me siento ahora: viviendo entre dos mundos).
Por último, quiero agradecerte, Manuel, mi
hermano del alma, por estar presente en mi vida. No tengo más que decir.

maaaary que lindo!
ResponderEliminarmaaaary que lindo!
ResponderEliminar¡Gracias a ti, Iris, por leerlo!
ResponderEliminarMary Achique.